Por José Antonio Perrella/febrero 2021
La organización de servicios profesionales en la que yo ya llevaba 12 años de ejercicio, logró la representación en Venezuela de una prestigiosa firma internacional de auditoria. A mis 35 años tuve el honor de ser el responsable de esa relación. Con muchísima ilusión y una gran carga de responsabilidad, volé a la ciudad alemana de Hamburgo para asistir a la convención anual de esa organización. Tuve el privilegio, y obviamente el placer, de volar por primera vez en la clase ejecutiva de un estupendo MD-11 de KLM. Esperaba, me había hecho la idea, de compartir el largo vuelo a Ámsterdam al lado de un viajero ejecutivo, de esos señores importantes y encopetados de larga experiencia, y fantaseaba con la posibilidad de, quizás, poder captarlo como cliente. La realidad es que al lado mío se ubicó una muchacha, muy, realmente muy joven, menudita, retraída, en exceso tímida y con apariencia muy humilde. Ella estaba sentada en el asiento 3-A de esa lujosa y exclusiva cabina.
Era su primer viaje al extranjero, su primera visita a Europa, y lo más increíble, su primer vuelo en un avión. La jovencita, luego supe que tenía 22 años, era licenciada en Recursos Humanos, recién egresada de la universidad experimental nacional Simón Rodríguez, había sido contratada por la petrolera británica BP, e iba a Aberdeen, en Escocia, a una inducción del área de recursos humanos que duraría dos meses. La muchacha hablaba inglés, su mamá era trinitaria.
Se vivía en esos tiempos (1996) la vorágine de inversiones masivas como resultado de la apertura petrolera, y las empresas multinacionales del sector, con bolsillos muy profundos y poderosos, inundaron el mercado laboral de ofertas súper atractivas profundizando el desequilibrio ya existente entre aquellos que trabajaban en PDVSA y después en las empresas de la apertura petrolera, y el resto de los sectores empresariales del país. Trabajar en petróleo era garantía de ser beneficiado por condiciones laborales imposibles de igualar en cualquier otra industria. Esa joven, de haber sido contratada por otra empresa de otro sector, jamás podía haberse imaginado ese viaje, a ese lugar y en esas condiciones.
Mis clientes, y nuestra propia empresa de servicios profesionales, sufrimos los embates de esa competencia desleal y de la vorágine con la que llegó al país esa industria riquísima y ávida de sustraer mucho petróleo, arrasando entre otras cosas, con el talento disponible que siempre ha sido relativamente insuficiente en nuestra Venezuela.
Esa apertura petrolera vino como parte de decisiones razonables que ayudaron notablemente a la estabilización de la economía luego de tres años del desastre económico más importante sufrido hasta la fecha. Al inicio del segundo mandato del presidente Caldera, el país venía de sufrir las turbulencias generadas, otra vez, por la diatriba malsana de la politiquería nacional.
Destituido el presidente Pérez, víctima de facturas y resentimientos de su partido de origen que otra vez pensó en sus rencillas y agendas internas antes que en el país, Venezuela quedó sumida en una terrible crisis política que inevitablemente arrastró al aspecto económico. Otra vez los empresarios, que habían disfrutado de un ambiente de razonabilidad en las políticas públicas por al menos un par de años plenos, se vieron rodeados de nuevo por arenas movedizas, presenciando con terror la destrucción masiva y repentina, por decirlo de manera sencilla, del sistema bancario nacional. Bancos quebrados, algunos intervenidos y después estatizados, otros simplemente cerrados, depósitos congelados, créditos cerrados, interlocutores inexistentes, caos comunicacional, en fin, el desastre.
Otra vez a enfrentarse con los laberintos llenos de trampas y de alcabalas de un control de cambios (OTAC), y otra vez control de precios, inflación exacerbada, conflictos sociales, huelgas generales, caída del PIB, y la incertidumbre era, una vez más, la regla y obviamente el riesgo disparado sin control.
Uno de los primeros roles que asumí en esa firma internacional, fue ser miembro del comité de finanzas corporativas. Fuimos a una gira de visitas con bancas de inversión en Nueva York a presentar nuestras firmas, todas provenientes de varios países, en nuestras exposiciones mencionamos el tipo de clientes que atendíamos, las oportunidades de negocios y necesidades de nuestro mercado, y obviamente, teníamos que presentar a nuestros países. Y a mí me tocó, luego de exponer como era mi organización en Venezuela, hablar de mi país, de su situación económica y de sus perspectivas. Como era de esperarse, aquellos señores banqueros de Nueva York, y claro, mis colegas que provenían de USA, Canadá, México, Alemania, UK, entre otros países, me miraban incrédulo y con una buena dosis de pena por mí, y por mi país.
Y con todo esto tuvimos que lidiar. Esa experiencia la viví, en primera persona, en 1996.