El nuevo empresario del país porvenir

usercuatrop Sin categoría abril 7, 2021

Por José Antonio Perrella 7/04/2021

Séptima y última entrega

En las anteriores entregas, seis en total, relato algunos contados eventos que describen las situaciones impensables, atípicas y muchas veces extremadamente complejas que los empresarios venezolanos han vivido en los últimos 40 años de sus vidas.

El nivel de dependencia de los gobiernos ha determinado en las últimas décadas un ejercicio empresarial condicionado, siempre amenazado y, en consecuencia, preparado para lo peor. Y a pesar de ese ambiente tan adverso, Venezuela se llenó de empresas extraordinarias que fueron capaces de satisfacer a un mercado de altísimo nivel de consumo y de alto poder adquisitivo.

Las empresas venezolanas alcanzaron altos niveles de profesionalismo, la formación corporativa de los ejecutivos fue de alto nivel, no solo a través de la formación y experiencia laboral, sino a partir de la formación académica muchas veces complementada por estudios en sólidas universidades extranjeras.

Los empresarios venezolanos pudieron constituir importantes empresas en todos los sectores, y paradójicamente, así como recibieron el apoyo de un sistema de subsidios tanto en el cambio como en los créditos y disfrutaron de un gran mercado, igualmente vivieron los vaivenes de gobiernos flemáticos que arremetían contra ellos, acorralándolos con agresiones, cambio de reglas, alcabalas constantes y en tiempos más recientes, con la arremetida despiadada de las estatizaciones.

Al final, más pudieron las arremetidas que las dádivas, no quedaron en pie casi empresas en el país, y saludables, posiblemente ninguna. Esa historia, relatada con algunos contados ejemplos por mí vividos, terminó mal, malísimo. El impacto en mi organización requirió la renovación de la clientela pues dos terceras partes de los clientes de una época cerraron, se fueron o se retiraron. Así mismo, la mitad del talento emigró, profesionales extraordinarios regalados a países que los recibieron como un obsequio invalorable y que nunca pagaron por su formación. La realidad es que esa montaña rusa vivida en estos 40 años, con tantos momentos de abundancia infinita y de excesos, y con demasiados momentos oscuros, llenos de incertidumbre, de miedo y de duda, terminó por estrellarse eliminando a la gran mayoría de las empresas del país. Es una triste y cierta realidad.

Pero, ¿qué quedó de todo esto? ¿Acaso todo fue malo? Pues, aparte de muchas importantes fortunas generadas por empresas exitosísimas y hábilmente manejadas, quedó lo más transcendental, y eso es el aprendizaje.

Así como el venezolano en general es hoy un ser humano, en su absolutamente mayoría, diferente, pues ha sido forjado con el dolor, las carencias, en demasiados casos por el hambre, el desarraigo y la desesperanza, un ser humano más consciente de lo que tiene, más respetuoso de las oportunidades que da la vida, más austero y mucho más amante de su país y de las potencialidades que nos ofrece, así mismo lo es el empresario venezolano.

Las empresas de la Venezuela de hoy, y ante todo del país porvenir, serán prácticamente independientes, no habrá estado que las condicione, ni para bien ni para mal, serán ellas mismas las que deban sostenerse, evolucionar y ganar, y solo a través de su esencia, de su calidad, inteligencia, capital y capacidades de sus talentos. Está muy cerca la hora de competir, de ser los mejores, de ofrecer los mejores empleos, de transformar al país.

El empresario venezolano se entrenó en las buenas y en las malas, los que decidieron seguir en pie pues se han convertido en invencibles, y los que decidieron apartarse regresarán indetenibles, y las nuevas generaciones de empresarios fundarán sus emprendimientos en un país en el que solo dependerá de ellos sus éxitos.

El nuevo empresario del país porvenir tendrá la responsabilidad de formar a sus trabajadores, no solo en los ámbitos técnicos, sino como ciudadanos de bien que abracen los valores fundamentales de la vida. Tendrá la responsabilidad de darles empleos dignos y de procurarles las oportunidades de evolución que ellos decidan tomar, y ante todo tienen la obligación de procurar una remuneración seria, que permita a sus trabajadores emprender una vida sin carencias, en las que se sientan seguros y ante todo con las oportunidades se asumir libremente la decisión de hasta donde quieran llegar en la vida.

El nuevo empresario del país porvenir tendrá la responsabilidad de diseñar, elaborar, desarrollar y proveer servicios y productos de calidad, siempre respetuosos de sus clientes y del medio ambiente, pensando en el bienestar de sus clientes, aportando productos y soluciones que ayuden a la felicidad de los ciudadanos de este país.

Y el nuevo empresario del país porvenir entenderá que los capitales no retornan a los dos años, que el equilibrio de las cuentas es la clave, que un exceso va en contra de un afectado y ante todo que el ejercicio de ser empresario es una vocación y que a través de ese rol tiene el privilegio de repartir bienestar, de distribuir riqueza y de transformar al país.

Es en manos, en gran medida, de los empresarios, en las que descansa la ilusión de tener un mejor país, aquel que cada día nos merecemos más, el país porvenir.